Con el embalse de San Rafael de Navallana a más del 90% de su capacidad, recorrer espacios tan cercanos y habituales se convierte en toda una novedad.
Vaguadas y caminos inundados, bosques «submarinos» y oteros sumergidos nos fueron escoltando hasta llegar al arroyo de Mascatomizas por el que pudimos adentrarnos mucho más de lo habitual; al final, tuvo que ser una cerca la que nos obligara a volver las proas.
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