Acantilados de Maro-Cerro Gordo

 El Paraje Natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo se extiende desde la cala de Calaiza (Almuñécar, Granada) hasta la Torre de Maro (Nerja, Málaga). Para recorrer su franja litoral (y algunos kilómetros de propina) nos reunimos un grupo de amigos, palistas de Córdoba (del Club de Piragüismo Córdoba, Palma del Río y Moriles), Jaén, Granada, Málaga y Almería.
Guiados y asesorados en todo momento por José Antonio (gracias por todo, compañero), echamos los kayaks al agua en La Herradura, en la playa de grava y arena oscura de esta pedanía de Almuñécar. Dos cerros flanquean la bahía: la Punta de la Mona (al este) y Cerro Gordo (a poniente), y hacia Cerro Gordo dirigimos las proas para, a apenas 500 metros (a partir de la playa de Calaiza), empezar a disfrutar de la espectacularidad de este paraje natural, una zona especialmente protegida por su importancia medioambiental.
 Durante todo el recorrido se fueron alternando las pequeñas calas y los escarpados acantilados, señalando el lugar en el que el mar engulle las estribaciones del parque de las sierras de Tejeda, Almijara y Alhama; escarpes coronados por media docena de torres de origen medieval (Cerro Gordo, Caleta, del Pino, Río de la Miel, Maro…) y horadados a nivel del mar por un par o tres de cuevas de lo más interesante, sobre todo, la de las Palomas. También visitamos varias playas: la de Cantarriján, en el límite entre las provincias de Granada y Málaga, la del Cañuelo, donde nos paramos a comer, y la de Burriana, en la que descansamos antes de emprender el regreso a La Herradura.
 Aseguran que proviene de la cueva de Nerja el caudal que, a través del arroyo Sanguino, se precipita al mar desde una altura de 15 metros: la cascada de Maro, el principal objetivo de nuestra travesía. La imagen y el sonido del agua dulce saltando al mar desde el acantilado es ciertamente hipnótica y atrapa y atrae a quien se atreve a acercarse hasta la chorrera. Toda una experiencia que no puede faltar en el currículum de cualquier piragüista.
Con los propósitos cubiertos, regresamos al punto de partida. En total, recorrimos entre 22 y 28 kilómetros (dependiendo de las ganas de «roquear» o de atajar que tuviera cada participante) en un mar en calma y con unas condiciones meteorológicas inmejorables. La ruta, el paisaje espectacular, la compañía excelente y el recuerdo de las sensaciones vividas nos fueron acompañando todo el camino de vuelta, invitándonos a preparar una nueva visita… antes incluso de salir del agua.

Hay fotos de la travesía en este enlace.

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