De Belmez a Peñarroya

El embalse de Sierra Boyera tampoco se escapa de la situación de escasez que soportan todos los pantanos andaluces a consecuencia de la falta de precipitaciones (y, también, de las campañas de riego). A pesar de eso, nos decidimos a navegar las siempre plácidas de las aguas retenidas del río Guadiato, entre Belmez y Peñarroya-Pueblonuevo.
Decidimos iniciar la travesía desde el Club Náutico de Belmez donde, como siempre, fuimos exquisitamente recibidos (un cordial abrazo para Salvador Murillo y para Carmelo Díaz).
El embalse se encuentra a menos del 47% de su capacidad (apenas almacena 20 hectómetros cúbicos, un tercio por debajo de lo habitual a finales de mayo), lo que nos impidió alcanzar las colas que hemos recorrido en anteriores visitas y navegar por el interior de las casas inundadas que emergen de sus aguas (hoy, varios metros sobre tierra). Aún así, pudimos disfrutar del singular paisaje de la dehesa, las bandadas de aves que nos acompañaron durante toda la jornada, los peces que saltaban entre nuestros kayaks (huyendo, quizás, de los pescadores que participaban en un concurso, ya en Peñarroya) y de la cabaña vacuna y ovina que nos observaban desde las orillas. Merece la pena.
Hicimos la parada del bocadillo junto a la casa rural de El Pantano (que tan buenos recuerdos nos trae) y continuamos navegando hasta que se nos terminó el embalse, a poco menos de ocho kilómetros del punto de embarque.
De regreso, el viento que suele levantar cada tarde algunas olas en este pantano animó el último tramo, antes de desembarcar junto al pantalán del Náutico.
Después de muchos meses sin navegar lejos del Guadalquivir, este reencuentro con Sierra Boyera ha sido la mejor manera de recuperar la vieja normalidad.

Hay algunas fotos de la travesía en este enlace.

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